miércoles, 13 de octubre de 2010

El refugio secreto

En días así, te quiero

Luego de ser bañado con insultos
levanto el cuello
liberado del yugo
y dejo en el trabajo
los miembros mutilados
de mi inútil esfuerzo.
Es más importante ocuparse de ti
trascendental
no hay formas disponibles
en que pueda alejarte
o trocar tu recuerdo
en algo pasajero
eres vicio retórico
de mi monólogo interior.

Por la senda del diario
tu presencia aletea
infantil mariposa
frente a mis ojos dando
la sensación del sueño
al camino trillado.

Ni el deslucido trance
de sudar la pendiente
con mis males
a cuestas
consigue que mis pies
partidos de camino
desistan en su empeño
y escalan mis deseos
cual musgo enamorado
el muro que conduce
hasta el balcón lunar
donde tu espera es mía.

Mantengo a todas horas
el sueño proletario
de una casa cualquiera
apenas un cajón para dormir
donde tus manos hagan
la justicia
de arropar mis tristezas.

Este aliento que poco
a poco me reduce
para qué ha de servir
si no es para nombrarte
y en cambio
qué utilidad tiene tu risa
encuentro mil maneras de aplicarla
y todas ellas son
generosas y dulces
cálidas como rayos
de la primera aurora.

En días así te quiero

Cuando mi cuerpo anda
deshilachado
como un trozo de tela
sin la fuerza
para oponerse al viento
sigo los protocolos de emergencia
enciendo un cigarrillo
y mis labios apuran
el golpe de tu nombre
y hasta los huesos saben
relajar su postura
al sentir que la pena
se aleja de mi cuerpo
formando caprichosas
despedidas de humo.

Los dientes incansables
de la rugiente maquina
y el ominoso grito
del que dice ayudarme
pueden moler mis sueños
malbaratar mi tiempo
escupir en mi saco
pero no reducir
el narcótico goce
de saberte conmigo.

En días así, te quiero
porque sabes herirme
de un modo que no duele
con tus ojos que marcan
azules como fuego
fantasma
el lugar donde guardo
mi tesoro secreto.

domingo, 26 de septiembre de 2010

XYZ

Para Xiomara
Antes de conocerte eras Alicia
la pequeña diosa de Lewis Carroll
un misterio de rostro blanco y rosadas mejillas
y tus rizos, pétalos dorados
y tus ojos, dos versiones hermosas de la misma canción
y tus labios, suaves cofres guardando el tesoro mortal de tu sonrisa

Cuando supe tu nombre 
mis ignorantes doce años pensaron: seguro es extranjera.
Eras la pieza más exótica de mi naciente vocabulario
extravagante como los nombres científicos de las flores
o de las estrellas.
Luego vino el trauma de tu apellido
la abundancia de hierba
fue demasiado para mí.

Nunca pude conciliar tus dos naturalezas: la celeste y la terrena.
Poco importaba ese debate si la blusa blanca y la falda azul petróleo y las calcetas que alcanzaban las rodillas y    
     los zapatos negros sin agujetas aparecían de pronto
en el patio, en las canchas o en las jardineras
trayendo pétalos dorados, un misterio, dos canciones hermosas y el peligro de muerte que era verte sonreír.

Tardé 16 años en escribir este poema.
Demasiadas cosas han pasado:
besos y bisturís, errores y tiros en el blanco
muchas furias, muchas parcas, dos heridas mortales.

Y en el primer momento que pisé la ciudad
donde abunda la hierba
pensé en aquel girasol de rosadas mejillas que era tu rostro 
en lo mucho que extraño aquellos tiempos
cuando eras Alicia y hacías de mis pensamientos un país maravilloso
cuando te creía una mujer mitad francesa o mitad italiana
diseñada ex profeso para volverme loco.
Qué lindos son los sueños.
Qué lindos son los sueños de los que no despiertas hasta que ya es muy tarde.


X Y Z
incógnitas de la feliz memoria
X y Z
tu nombre y tu apellido.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Las Morismas de Bracho

Los colores inundan las calles. El ruido es, más que el de un desfile, el sonido de la guerra que se pasea frente a nuestros ojos con el orden patibulario de los batallones. Los primeros en marchar hacia su destino, la trinchera inexorable, son los niños. En la espalda cargan la que, seguramente, será su última comida. Los rostros severos, los pasos firmes, los brazos en tensión golpeando los tambores, el hombro de algunos cruzado por la correa del fusil, la diestra de otros formando un nudo que sujeta la hoja de acero. Hombres y mujeres participan del mismo destino. La Luna Roja y La Cruz Encarnada chochan en lo alto de las lomas. La sangre baja por las pendientes naturales del cuerpo, y luego, el licor escarlata de los muertos corre entre las piedras incendiando la hierba, adobando la tierra. Más de 400 años después la batalla termina con el rodar de una cabeza. El rey turco ha muerto. Los cristianos cruzados revolucionarios franceses han triunfado.

Eso es a grandes rasgos la celebración de las Morismas, tradición zacatecana que hace una amalgama de sucesos históricos que envidiaría cualquier promotor de uniones descabelladas: El martirio de Juan el Bautista; la guerra entre Carlomagno y Balán, el almirante pagano, y la batalla de Lepanto entre moros y cristianos.

Todo se reúne en la morisma. ¿Cómo? No lo sé. Pero es una representación cuyo primer registro oficial data de 1832 y en la que este año participaron 10 mil personas, sin contar a los que se apostaron en las calles para observar la recreación naval por vía terrestre del enfrentamiento que dio a Cervantes su otro nombre.

Las morismas de Bracho son devoción, espiritualidad, ebriedad, pleitos, tradición, bandas de guerra, comandantes a caballo, infantes en ponis y una mujer que, con un bebé sujeto al pecho, sube de rodillas hasta el punto más alto de las lomas.












miércoles, 18 de agosto de 2010

Cancelación íntima

El de Intimad Espontánea es un lindo proyecto que por azares del destino no se concretó. Tengo entendido que Criss e Icidrug seguirán con el concepto de exposición fotográfica y poesía con música de sax. En algún momento espero retomarlo, sigo creyendo que es una buena idea realizar estos trabajos interdisciplinarios. Hasta pronto a esa Intimidad Espontánea y mil disculpas para aquellos que ya se habían apuntado para el estreno.

viernes, 16 de julio de 2010

Marea de rocas

Imágenes como ésta reafirman mi convicción de que no somos sino hormigas caminando sobre el cuerpo de la tierra que, como marea viva, crece y decrece haciendo olas para deshacerse de insectos tan molestos, mientras nosotros, náufragos asidos al madero de nuestros pasos, vamos flotando hacia un destino incierto, contemplando simultáneamente lo cercano y lo lejano, lo finito y lo infinito, lo sensible y lo inasible, la mítica dualidad que nos consume.

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jueves, 15 de julio de 2010

Querella del navegante

Olvidaron la rama en la ventana
dejaron que volara la ceniza impalpable
limaron la vejez de la leña
despreciaron ese canto a lo lejos.
Nosotros, los de entonces, quedamos atrapados
en medio del mar negro
a bordo de una barca de maderos cansados.
Rota en naufragio
nuestra voz gritó
pero los vientos heridos en la tierra
nos devolvieron, íntegro
el dolor del mensaje.
Cual resignada piedra
se hundió en el agua un libro de Neruda.

martes, 13 de julio de 2010

En la lluvia del patio

Guardo el grato recuerdo de una noche con lluvia
sentados en la banca del patio oscurecido.
Bajo el árbol abierto como verde paraguas
charlábamos de cosas distintas al amor.

El aire estaba cargado de humedad
y ella entró a la casa un momento.
Como una luz delgada apareció en la puerta
cargados los brazos con muñecos sombríos.

Uno de ellos era vudú, y la magia de sus ojos
los de ella, cayó sobre mí al instante.
La invité a clavar alfileres en aquel cuerpo blando
ella sugirió cortarle el cabello.
Le dije que si hacía las dos cosas
al día siguiente me iría a la oficina
con el pelo muy corto y un intenso dolor de articulaciones.

Se hizo tarde. Nos despedimos durante media hora.
Charlábamos de cosas distintas al amor.
Aquella noche aprendí a respirar su cercanía.
Su figura temblaba como una hoja con frío.

Guardo un grato recuerdo y en las noches con lluvia
mi boca se ilumina para hablar de aquel patio.
Como si me escuchara mi tierna luz delgada, semejante a una flor
escribo hasta que el verso termina de contarle
mil cosas parecidas a la palabra amor.

domingo, 23 de mayo de 2010

Santos se inmola en la Bombonera

Durísimo golpe para los santistas, hicieron el partido redondo en el mejor momento, planteamiento perfecto, cambios acertados, dominio del balón, oportunidades de anotar, y aún así, se llevaron el palo y el Toluca ya tiene su décima estrella.

En 210 minutos no hubo quien rompiera la igualdad de la serie. Desde el manchón penal, los diablos fueron mejores, 4-3 el resultado de las tandas.


Torreón / 23 de mayo

Hay muchas maneras de perder y algunas de ellas son bastante duras, más que derrotas parecen losas de incalculable peso aplastando la frágil cabalidad del ser humano. Hoy, es difícil ser Romano y no volverse loco.
La historia, el aura de imbatibilidad del Toluca en su estadio, el resultado del juego de ida, todo pintaba en contra del equipo albiverde y sin embargo, este domingo Rubén paró sobre el campo a un cuadro con licencia para matar. Cada guerrero tenía la instrucción adecuada para concretar una misión suicida: matar al diablo en su propia casa y la fueron cumpliendo al pie de la letra. Rubén dirigía con maestría el discurso sobre el césped, más que un técnico de fútbol parecía un director de orquesta que se estremecía con cada nota alegre, llevando el desenfreno al grito en cada caída dramática que le iba presentando la partitura. Con esa pasión contagiaba a sus músicos y mantenía expectante al auditorio.
Y sí, la orquesta santista hizo la ejecución perfecta del plan de juego, y digo perfecta porque en el cerebro de Rubén el diagrama para encarar el juego seguro que tenía elementos bien definidos: no encajar gol en los primeros minutos; contener a Zinha y por extensión a Mancilla; anular a Calderón y a Esquivel para que no llegara el desconcierto por las bandas; controlar el balón en medio campo y darle circulación hacia los costados; generar opciones de anotar con base en la habilidad de los santos demonios Peralta y Quintero.
Y sí, Rubén le ganó la partida al Chepo de la Torre, frente al diseño medroso del técnico choricero, con la vía del contragolpe como única salida, Romano exhibió un compendio de recursos para taladrar la coraza escarlata.
Oswaldo, en buena tarde, sacó todo lo que rebasó al aparato defensivo que fue poco e inocuo, pero el portero diablo, Talavera, como ya lo había hecho el jueves pasado en el TSM, salió otra vez con el ángel en el hombro diciéndole hacia dónde dirigir las manos para atajar los venenos disparados por Peralta.
En el segundo tiempo comenzó a gestarse una tragedia que bien podría figurar en el repertorio de Sófocles. Electra, Antígona, Edipo Rey, Romano, títulos que narran las desventuras de aquellos que retan al destino y terminan aplastados por atreverse a contrariar la voluntad de los dioses.
Rubén fue crucificado y el número tres, de los trágicos clavos se repitió hasta la saciedad para dejar en claro que el hado es invencible. Tres fueron los clavos que llegaron de los botines de Vuoso, el primero un mano a mano frente a Talavera; el segundo, un despiste del pampero que, sólo dentro del área y de frente a la gloria, tuvo miedo de contrariar al Olimpo y remató hacia su espalda; el tercero llegó desde el manchón penal, donde, en la instancia definitiva, tres fueron las veces que sus apóstoles (Vuoso, Morales y Arce en ese orden) negaron a Romano la opción de coronarse. Desde los once pasos, también fueron tres los aciertos (Juan Pablo, Ludueña y Lacerda) que dejaron a Rubén acariciar por algunos segundos los favores de Niké más cuando Mancilla y Zinha ya habían hecho lo mejor para la causa guerrera: fallar. Lo demás fueron cuatro ejecuciones perfectas de los rojos y las ya comentadas horripilantes fallas albiverdes.
Durante 210 minutos, el Santos fue mejor que su rival, hizo un partido perfecto como visitante y sin embargo, a la hora buena decidió inmolarse, ceder ante la historia, ante la imbatibilidad como local del diablo, ante la mala suerte de Romano que hizo todo lo que estaba en sus manos, al punto de que otra vez terminó el partido con Peralta, Quintero, Vuoso y Ludueña sobre el césped. Pero el campeón es otro, un Toluca cuyos mejores argumentos, Dueñez y Talavera, defensa central y portero, le bastaron para aguantar un resultado durante el tiempo regular y la prórroga. Los dos no se conformaron con ser los mejores elementos de los diablos, no, llegaron al extremo de anotar y tapar de forma respectiva los penales que le han dado al conjunto choricero su décima estrella.
Si no lo hubiera visto no lo hubiera creído, los fallos de Vuoso y de Morales fueron tan trágicos que movían a risa (hay quien afirma que le apuntaron a los recogebalones) y lo de Arce fue nada más la confirmación de que la simple voluntad por muy fuerte que sea, no basta para oponerse a los designios del hado. Este día de veras que es difícil ser Rubén y no volverse loco, loco porque está en la cima, pero esa cima es la del monte Calvario.

domingo, 9 de mayo de 2010

Consuelo eterno

En el calendario de recetas, chistes y anécdotas, no aparece la historia del pobre que jugó cartas con el diablo. En la última mano, la definitiva, el desposeído, seguro de sus incontestables cinco cartas, puso el resto de su alma sobre la mesa. Mefistófeles respondió con un pequeño botín de oro, en extremo valioso. Los dedos humanos destaparon tres reyes y un par de nueves. El maligno, con desgano, volteo un par de ases y otro par de ases: enfermedad, miedo, hambre y dolor. Era un mazo de cartas especial sin duda alguna. Al verse envuelto en llamas de perpetua altivez, purgando eternamente su deuda de juego, aquél miserable mala suerte recordó que antes de aceptar la oferta del jefe de tantas potencias coronadas había temido morir de hipotermia en el camastro improvisado bajo inhóspito puente. Al amparo de aquella memoria helada su conformidad con el resultado fue en aumento: Aquí no hace frío, no es Cancún pero al menos, no hace frío.

martes, 27 de abril de 2010

Lectura y locura (Cuarta parte)

En la secundaria las palabras caían como la gota categórica de Velarde, una cada cierto tiempo, nunca juntas y en su mayoría eran vertidas con el objetivo fundamental de conquistar a una
muchacha. Ejemplo:

El dinero va y viene / el amor se detiene / donde existen dos almas confundidas.

Sean comprensivos con estos versos, si los comparto es con un fin meramente expositivo, fueron escritos para una niña que conocí durante unas vacaciones en el recóndito pueblo morelense de mis abuelos. Ella tenía once años, rostro circular y moreno, pelo recogido, cejas espesas, ojos oscuros como cuevas que guardan el tesoro del sosiego, sonrisa elemental como arco lumínico de la epifanía. Cuando nos despedimos le entregue un quisiera-llamarlo-poema redactado con lápiz en la hoja de un block taquigráfico. Luego me subí a la caja de la camioneta; el vehículo la fue empequeñeciendo y mientras su expresión se tornaba ilegible, mientras su adiós aumentaba la necesidad de juntar nuestras manos, abrazarnos y compartir alientos, supe que siempre la amaría, mi pequeña morena cuyo nombre he perdido, seguro lo recordaré de un momento a otro, mi pequeña que llevaba en la piel la fuerza del sol sobre los campos de flor de calabaza, la aspereza de suelo de las calles rurales, la fresca pureza de los ojos de agua, qué tonto fui, nunca le pregunté si sabía leer. Esa duda me atormentó en el trayecto hasta la central camionera de Cuautla y el martirio se prolongó más de 19 días y 500 noches. Qué injusta es la memoria, el nombre de mi pequeña amiga se materializa en el sueño, se difumina en la vigilia y en su lugar persiste la duda enfermiza que empaña su recuerdo.
Hoy día, sigo escalando la montaña mágica del quehacer literario. En el camino me he detenido muchas veces a contemplar las huellas de colosos como Hesse, Dante, Borges, Shakespeare, Neruda, Dostoievski, Sabato, Vargas Llosa, tantos, tantos y a la vez tan pocos. Cuando empecé a escalar formaba parte de una expedición de cuatro boy scouts. Pensaba que ese grupo unido con el pegamento de la amistad y el gusto por la poesía era indivisible. La vida se encargó de corregirme. Ahora soy el único que persiste en sus afanes. La cima está lejana, comienzo a sospechar que la existencia de cualquier cima no es otra cosa que una fantástica mentira, un cuento para hipnotizar a niños crédulos y mantenerlos callados durante un viaje en tren. Alzo la vista, sólo distingo mi ceguera de nubes omnipresentes, de ventiscas tronantes. Mi cuerpo hace tiempo que dejó de sentir frío, no supe cuando ocurrió tal prodigio, tampoco importa mucho. Avanzo, creo avanzar, creo que sigo ascendiendo, confío mi destino a la voluntad, palanca intangible que puesta sobre la base de la imaginación pretende mover, o en este caso escalar, una piedra inverosímil, una montaña mágica. De cuando en cuando encuentro un rastro y eso me anima. La última huella perceptible, tan honda y prematura como su muerte por insuficiencia hepática dice: Roberto Bolaño was here. Apenas ayer recogí el campamento tendido alrededor de sus detectives salvajes. No sin angustia retomo el paso, como peregrino perdido en algún punto del laberinto sin orillas, el desierto para mayores señas. Entre todas las ideas que retumban en mi cabeza amoratada, distingo una pregunta del buen Jaime, ¿por qué escribes? Una voz pequeñita, distinta a la mía ¿o es la mía?, ¿soy yo este que desconfía del yo y del mío?, no lo sé, no lo sé, pero la voz diminuta… ¿Qué dice?, ¿quién?, ¿Jaime?, no, la vocecita, ah, responde: Escribo porque leo, no encuentro, ni busco, ni quiero, otra respuesta.

jueves, 22 de abril de 2010

Lectura y locura (Tercera parte)

Así como un ladrón o un político se perfila desde temprana edad para comparecer ante el tribunal de justicia o ante el congreso de representantes, el niño que fui y del que aún conservo ciertos rasgos como el nombre o memorias cada día más escazas, descubrió el mundo de las letras a través de un género tan divertido como carente de profundidad: las historietas. Simón Simonero, Video Risa, Karmatron y los Transformables, títulos que en su momento constituyeron un paraíso recurrente en el imaginario infantil de este relator de ocasión, por paraíso quiero decir que la imaginación comenzaba a piar. ¿Cómo no maravillarse ante un personaje bautizado en la pila del sarcasmo con el nombre inefable de Cácaro Churromayor? Recuerdo vagamente un par de ejemplares de Video Risa: El Auto Inservible (parodia del Auto Increíble) y El Chichicuilote Vengador (parodia de Batman). Un primer acercamiento con las metáforas proviene de esas páginas. Cuando los escritores querían representar el mal estomacal de un personaje el globo de diálogo mencionaba que era víctima del retortijon aguacatoso; cuando querían subrayar que el héroe golpeaba con fuerza superlativa la mandíbula de varios enemigos explicaban que había hecho un rompedero de océanos.
Mi padre, que en paz trabaje, era partidario de otro tipo de literatura barata: las revistas de Sensacional de Traileros, Sensacional de Luchadores y demás publicaciones igual de sensacionales entre las que se colaban números de El Libro Vaquero y El Libro Semanal, la favorita de mi madre. Relatos de machos al volante y gallardos enmascarados dedicados a salvar hermosas mujeres con caderas alucinantes y cinturas imposibles; westerns de bolsillo que se inspiraban, lo supe cuando ya tenía recorridos muchos kilómetros de celuloide, en los afanes justicieros y las tropelías de John Wayne, Lee van Cleef, Burt Lancaster; aventuras amorosas en las que el engaño, la diferencia de clases, los compromisos sociales y demás inconvenientes ponían a prueba el amor de los protagonistas. A la distancia resulta inútil dilucidar qué maquinación del hado, qué error de juicio de mi padre, qué oferta temporal en el local de Revistas Arturo, lo hizo llevar hasta la mesa del hogar varios números de una historieta sin héroes extraídos de la arena o de la cabina de un Dina doble caja: Joyas de la Literatura. Lo increíble de esa publicación es que bastaban 35, quizá 40 páginas ilustradas, para que Dante recorriera el camino desde la puerta donde se abandona toda esperanza, hasta la visión de Dios. Además del florentino, Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Edgar Allan Poe, Teófilo Gautier, eran otros autores resumidos con una economía desmedida, más parca que la muerte instantánea.
Esas lecturas me subyugaron antes de cruzar el umbral de los diez años. En ese periodo leí mi primer libro, el único libro que tengo la certeza de haber agotado antes de los 13 años, una antología con el título de: Las cien mejores poesías de amor. El embeleso se hacía notar desde el retrato de una rosa en la portada. Ofrezco la siguiente prueba: con motivo de un diez de mayo en la Primaria Activo 20-30, la maestra Lupita organizó la representación de “El brindis del bohemio”, texto que conocía por la citada antología. No me sorprendí cuando me dieron el papel de Arturo, poeta puro de noble corazón y gran cabeza. Debo reconocer que gustosamente habría alzado mi copa por Europa.
El siguiente descubrimiento fue consecuencia de aquella novísima adicción a las letras. Todavía en la primaria, mi hermano, tres años mayor y a la sazón estudiante de secundaria, dejó a la vista su texto de español. Era un libro hecho con los materiales más nobles que pueden encontrarse: el papel revolución raspaba las huellas dactilares despojándome de mi identidad al darle vuelta a las páginas; la tinta negra configuraba sobre las hojas estampidas de signos que recorrían las más de 200 llanuras de contenido revisado y actualizado; rostros desconocidos custodiaban columnas de letras que, luego entendí, eran estrofas conformadas por versos, versos terribles que ni la exposición cotidiana al televisor ha podido curar:
“…goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”

Fragmento del soneto Mientras por competir con tu cabello de Luis de Góngora

Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectadas,
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban,
Y eran una,
Y eran una,
Y eran una sola sombra larga
Y eran una sola sombra larga
Y eran una sola sombra larga...

Fragmento del Nocturno III de José Asunción Silva

Me trajo Mara Mori
un par de calcetines,
que tejió con sus manos de pastora,
dos calcetines suaves como liebres.
En ellos metí los pies
como en dos estuches
tejidos con hebras del
crepúsculo y pellejos de ovejas.

Fragmento de la Oda a los calcetines de Pablo Neruda

Después de leer esos poemas la suerte estaba echada, la imaginación extendió sus alas y comenzó a cantar.

miércoles, 21 de abril de 2010

Lectura y locura (Segunda parte)

Imaginemos que hacer literatura es recorrer una brecha nevada que conduce a la cima de una montaña mágica. Esa brecha ha sido recorrida infinidad de veces por un número también indefinido de alpinistas, algunos de ellos auténticos colosos que han dejado sus huellas como indicando la ruta a seguir. Los que empezamos a hollar la brecha somos como niños que juegan a llenar los zapatos de Pie Grande. Vamos dejando sobre el sendero blanco pisadas ligeras, torpes, desorientadas, que incluso vuelven sobre sus pasos al darse cuenta de que el viento más suave las borra fácilmente. Conforme logramos avanzar, nuestras huellas van ganando peso y longitud, adquirimos de a poco la experiencia del rastreador, aprendemos a reconocer las pisadas duraderas distinguiendo su contorno y profundidad con la esperanza de que un día nuestra marca sea tan honda y expansiva como la de aquellos colosos que nos precedieron. Si bien el ascenso es el mismo para todos, los felices finales de la travesía son muy distintos, aunque guardan ciertas similitudes. Un buen número de excursionistas se aburre luego de permanecer cierto tiempo en la montaña, diversos factores como el cansancio o la falta de oxigeno contribuyen a volverlos descuidados y no tarda en aparecer la desesperación que los invita a saltar de una piedra a otra sin las debidas precauciones, piensan que de esa forma avanzarán más rápido y se dan cuenta de su error cuando ya la gravedad los empuja hacia abajo, hacia una red de piedras afiladas, nada que valga la pena contar a los amigos. Otro grupo es el de aquellos que terminan congelados en algún punto de la escalada, con sus cuerpos contraídos como fetos de roca, vencidos por el frío de la intemperie que ha sustraído hasta el calor de sus células. Los últimos destellos de su esfuerzo transcurren dentro de una mezcla líquida de oscuridad y claridad, reveladora como la combinación del metol y la hidroquinona. Ese coctel de contrastes les permite descubrir en el negativo de sus vidas como las críticas ventiscas, con su hielo y su malignidad, eran en realidad señales de advertencia que, simples mortales incapaces de ver más allá de su narcisismo, desatendieron una y otra vez. ¡Son tantos los obstáculos que de un momento a otro aparecen! Los aspirantes de montañero más sensatos simplemente dan la vuelta y regresan a casa a recuperar sus vidas, su salud mental y hacer algo de dinero, sin dejar otro testimonio que el fracaso anónimo. Cada intentona falta de talento, disciplina o suerte, contribuye a mantener visible el sendero trillado que se torna agreste y sin marcas evidentes cuando comienzan las verdaderas complicaciones, las que ponen a prueba el talante, las condiciones y sobre todo la honestidad del aventurero.
Un escaso número de exploradores sobrevive o mejor dicho supera las fatigas, se sobrepone a la enfermedad, conserva pues en la bolsa del corazón el calor suficiente para acceder a la cima de esa montaña mágica donde cuenta la leyenda que la roca ya no es roca, sino cielo, y la vista no es la vista de nuestros ojos sino la visión de Dios, entendido como el gran arquitecto, un Borges cualquiera, el Maradona o Messi de las letras, la perfección de un estilo.
El peor enemigo del aprendiz de escritor no es ni la pobreza de recursos, ni el bloqueo mental ni la carestía de cigarros. En la competencia por la estatuilla para el mejor villano el escepticismo lleva todas las de ganar. Ese descreer en lo que uno hace y deshace, el martilleo de la duda en cada letra, silaba, palabra, puntos y comas sin otro respaldo que el propio aliento, el propio aliento que acarrea el tufo malhechor de un ritmo irregular, un ritmo irregular que se vale de chapuzas literarias, llámense licencias, llámense figuras, para infundir en el texto vida artificial, vida artificial que aparece en nuestra cotidianidad como los golems, sólo que en vez de hechicería es técnica, técnica de los ritmos, preceptiva literaria, la que anima y mueve esa creación sin alma, no el misticismo de la perspectiva poética, autentica ciencia de la vida entendida como asociación de carne y espíritu, la voz de dios y la voz del diablo soplando la copa del árbol del conocimiento, uno para tirar los frutos y acelerar su muerte, el otro, para esparcir la semilla en todas direcciones.
Quisiera compartir con ustedes muchas cosas, pero a últimas fechas las palabras “yo” y “mío” no me dicen nada, no encuentro razón de peso ni causa definitiva que las justifique. Lo mío es mío y lo tuyo, tuyo; mi yo que piensa, mi yo que siente, mi yo que es mío; si esto fuera una borrachera esas frases serían el equivalente a vasos vacíos, no les encuentro sentido ni razón, solamente debilidades, el egotismo y sus ramales diversificando la capacidad de auto elogiarse, auto censurarse, auto afligirse, auto motivarse, de andar en auto móvil y auto inerte a cada rato, cada día, toda una vida, y sin arrepentirse, al final de la singladura, de otra cosa que no sea haber desperdiciado tanto tiempo en los demás. Nada es de nadie, la poesía pertenece a quien la necesita, mis palabras solamente son una forma de decir: se ha escrito algo, ¿es bello o no?, qué importa. Si una obra es horrible, los horribles gustarán de ella, se reconocerán a sí mismos en ella, la amarán y el nombre del autor, en cursivas bajo el título, poco o nada tendrá que ver con ese proceso; si la obra es sublime, apenas dos o tres personas serán capaces de afirmar: la comprendo a cabalidad, y el autor honesto no podrá menos que omitir cualquier comentario público sobre aquellas personas a las que íntimamente considera prepotentes y falsas. Tampoco encuentro provecho alguno en hablarles de “mi experiencia”, de lo que “yo viví”. Apenas soy capaz de balbucir aproximaciones cuya intención es relatar “una experiencia”, “algo que se vivió”. El único compromiso que acepto es el de hacer este trance lo más llevadero posible.

domingo, 18 de abril de 2010

Lectura y locura (Primera parte)

El espíritu es un globo terráqueo; la superficie de sus regiones habitables, lista para el arado, brilla de un modo uniforme; tiene montañas significando las alturas que podemos alcanzar, y sus nubes son una invitación permanente a convertirnos en pájaros. Las noches del espíritu nos muestran el espectáculo de una bóveda infinita, el universo creado más allá de su propia conciencia. Las horas de luz representan la acción, el trabajo aplicado, la tarea primigenia de conocer y conceptualizar lo que nos rodea.
Una franja del espíritu pertenece a la memoria, el rompecabezas de los fantasmas personales, campo de tumbas abiertas donde yace la descomposición de los días, restos palpables, polvo enamorado. Otra extensión de tierra constituye el feudo de la razón. Sus provincias principales son la deducción, la inducción, la inferencia, procesos cognitivos que sustituyen a los juegos de la infancia. Memoria y razón, superficies limitadas, puertos seguros rodeados de vastos océanos cuya insondable profundidad nos asusta a tal grado que preferimos construir barcazas para flotar por encima de su nivel, antes que zambullirnos en sus aguas. Del mismo modo, sabemos que el espíritu tiene un centro, pero no somos capaces de afrontar el trabajo, digno de las hazañas impuestas por Euristeo a Heracles, de asomarnos a ese corazón capaz de sufrir y de gozar, y cuyas palpitaciones más fuertes engendran terremotos, tsunamis, fenómenos impredecibles, devastaciones ejemplares del ánimo que invitan a reflexionar, deprimirse y ¿por qué no? gozar del espectáculo.
El centro del globo espiritual está rodeado por diversas capas de materiales y en esos estratos se forman cavidades que almacenan dos sustancias capitales y no renovables: la imaginación y la voluntad. La imaginación es líquido claro y bondadoso, lo que también quiere decir fecundo, elemento cuya influencia llega a la superficie y al entrar en contacto con cualquier semilla produce flora y fauna, por mencionar dos ejemplos innumerables. La voluntad es negro combustible, gruesos conductos lo conducen hasta la cima de una torre de excavación con destino a los hornos diseñados para extraer su energía. Una vez depositado en la base de los cuartos de calderas, sus manifestaciones principales son el humo y las cenizas que escapan de largas chimeneas anunciando, como campanas oscilantes, por un lado, progreso y por el otro, destrucción.
Llegados a este punto, dejemos de lado la descripción terráquea del espíritu y ocupémonos del proceso creativo, pues hemos dado con las piedras angulares que sostienen las obras del creador, las zarzas ardientes que inauguran el camino del profeta, a partir de ahí todo será edificar y predicar.
La imaginación es el grillete que nos mantiene largo rato, ya sea sentados o de pie, contemplando aquellas obras que conmueven, estremecen o reconstruyen nuestro entendimiento a fuerza de abofetearnos el alma con sus dones. La segunda es la capacidad para idear un mundo aparte y poblarlo, pero no con piedras corrientes y animales obtusos, sino con entidades dotadas de una singularidad extraordinaria (el mineral valioso en su escasez o en su capacidad de producir calor; el cuadrúpedo hábil en la obtención de su alimento y a su vez proveedor de sangre caliente para otras especies), conceptos partidarios de la precisión y de los limites. “Será para mí como un dios quien pueda dividir y definir rectamente” decía Platón. La tarea de crear universos tangibles como la percepción, infinitos como la conjetura, requiere deificas cantidades de imaginación y voluntad. No estamos hechos para la eternidad pero la mezcla de esas dos facultades da pie a lugares comunes como el David de Miguel Ángel, la Divina Comedia de Dante, Los Zapatos Viejos de Van Gogh, la Quinta Sinfonía de Beethoven, moldes perfectos, irrepetibles. Los practicantes de tal o cual arte, tarde que temprano ponen la mira en superar lo precedente, anhelan un lugar dentro del escaparate de los grandes creadores; sin embargo, no tardan en darse cuenta de que adjetivos como ingenuo y desproporcionado calzan muy bien con su propósito.

viernes, 16 de abril de 2010

¿Por qué leo? ¿Por qué no?

Les ofrezco una síntesis de la plática-lectura desarrollada en el taller del Chanate en Matamoros 539 oriente este jueves 15 de marzo.
¿Por qué Leo?, la mesa redonda organizada por la coordinación de literatura del Icocult Laguna comenzó con las palabras de bienvenida a cargo del chanate mayor Miguel Canseco y la institución lagunera que responde al nombre de Jaime Muñoz Vargas. Fue, en términos de los dos presentadores, una inauguración literaria del nuevo domicilio del taller, con mensaje social incluido, toda vez que los horarios de las actividades sufren el recorte impuesto por la prudencia.
La primera en saltar al ruedo fue Angélica López con el recuerdo de sus primeras grafías vinculadas al graffiti. Luego se remontó al descubrimiento de las malas palabras como seres negativos, demonios que se limpiaban con el enjuague bucal de agua y jabón. “Pinchi” un simple vocablo y a la vez un acto de rebeldía, un sacrilegio. Pronunciar malarazones era un acto abominable, peor que jalarle la trenza a la hermana. Luego, el descubrimiento de Herman Hesse y su Lobo Estepario. La influencia de Mujercitas, inconscientemente una razón para empezar a escribir tan tarde. El libro Pregúntale a Alicia, diario de una joven drogadicta, puso sobre la mesa lo difícil que a veces resulta distinguir libros que sí y libros que no. Confesar que se ha leído tal o cual obra es también un acto de contrición. Escribir, una forma de contar mentiras sin temer a la censura.
Daniel Maldonado se remite a la casa del abuelo. Un tío que estudiaba en Ciencias Políticas fue el puente hacia la literatura, tenía guardados libros, la Divina Comedia entre ellos. El infierno de Dante le causó pesadillas. Luego, entró en la Casa de la Cultura de Torreón, ahí le regalaban libros gratuitos de la SEP. Tuvo la fortuna de que su madre lo llevaba mucho al teatro y al cine. Desde la infancia su contacto con la diversidad cultural fue afortunado. Otras lecturas: los cómics. En sus páginas conoció obras clásicas como Ivanhoe o Robinson Crusoe. También era asiduo a los relatos del Pato Donald y demás prole de Disney cuyo encanto se desmitifica posteriormente. La secundaria le presentó a Neruda y Sor Juana. La lectura en voz alta lo incluyó entre sus adeptos. Dato curioso, en segundo grado de secundaria, le encargaron hacer una historia, pero nunca quise inventarla, por ello, se fue a extraordinario. A los 21 años empezó a escribir poesía. Una mujer le brindó la epifanía, le despertó al poeta. Trabajaba en un hotel y el horario nocturno le permitía pernoctar con el gusto de la lectura. La necesidad expresiva sin lecturas, es una casa sin cimientos. Escribir es reflejar una visión del mundo. Asegura ya dejó atrás al escritor que sólo realiza su labor para la satisfacción personal, ahora, la misión es comunicar y a través de la letra, develar los mecanismos de control que se ejercen sobre la gente, develar las circunstancias, atacar los problemas sociales. “También se cantará sobre los tiempos aciagos” dice citando a Bretch. Trascender el egoísmo y brindar el conocimiento es su objetivo, dejar atrás al maldito y darle lugar a la empatía, recuperar la conciencia y modificar el ambiente criminal en que vivimos son algunos de los demonios con los que convive Daniel.
Antes de cualquier experiencia, Ivonne comparte la duda del pavorreal, ¿Qué es eso que se oye? Sí, un pavorreal. Trata de rescatar lo decisivo que hay en ella para responder a la pregunta de ¿Por qué leo? Su madre leía todo el tiempo, es su primer recuerdo relacionado con los libros. La ve sentada en el sillón de la sala, durante mucho tiempo ignoró que la principal actividad, si se le puede llamar de ese modo, de las personas por la noche es ver televisión. No entendía que hacía su madre hasta que empezó a leerle cuentos, cuentitos de Disney. Cultivo en ella y en su hermana el hábito de la lectura. Escribir para expresar. Sobre una hoja comenzó a imitar las figuras de los libros, que resultaron ser letras. Su primera consumición de literatura ocurrió en la primaria. Fue un cuento de Julio Cortázar. Los libros de la primaria le parecían fabulosos, recuerda el título: Carta a una señorita en París. Todavía espera conocer a alguien que vomite conejitos. Comprendió que había otros mundos a los cuales podía acceder a través de la escritura. Para un diez de mayo, decidió hacerle un libro a su mamá. Lo escribió en hojas de máquina. Reconoce que la prosa no se le da mucho. Cuando tenía once años llegó a sus manos una obra fundamental, la primera novela que leyó y que sigue leyendo: Cumbres Borrascosas. Aunque no se le da la narrativa, algún día quiere hacer algo como ese libro.
Miguel Morales marca en su mapa vital un primer acercamiento a la literatura a través de la recitación de poemas de Benedetti y León Felipe. Con el acompañamiento del pavorreal comienza su discurso. Piensa voces, pasos de gente que se acerca, murmullos, ciudades, el espejo de la memoria le muestra El llano en llamas y a Pedro Páramo. Envidia a quienes no han leído a Juan Rulfo, porque la primera lectura no se compara con las sucesivas, sobre todo porque se pierde la sensación de que estás recordando algo olvidado. En el encuentro del lector con el libro se descubre la poesía, las palabras respiran. Lo pusieron a escribir Macario y El llano en llamas. Esos cuentos de la secundaria marcaron su adolescencia. A los compañeros de clases les ponía de apodos los nombres de los personajes rulfianos. Confiesa que una vez declamó el poema Te quiero de Mario Benedetti, se agarró los codos y luego abrió los brazos al infinito, todos se destornillaron de la risa. Tus labios estaban mojados como si los hubiera besado el rocío. Considera de vital importancia desmitificar el acto de leer. El juego tiene una importancia vital. El gusto por la lectura llega por contagio. Hay que conquistar espacios para la lectura en voz alta, y para ello, se requiere que padres de familia, bibliotecarios, padres de familia, mediante un método multidireccional, participen del fomento a la lectura en los niños y jóvenes. Termina por afirmar que los textos de Rulfo son sus mejores compañeros de andanzas, sus mejores amigos.
Esto fue a grandes rasgos el contenido de la mesa ¿Por qué leo? organizada por la Coordinación de Literatura de Icocult en el nuevo domicilio del Taller del Chanate. Falta el testimonio de Daniel Herrera, por azares del destino me tocó compartir con él la última ronda de la mesa y no consideré prudente ponerme a teclear a su lado por temor a distraerlo a él o a la concurrencia.
El texto que leyó su servidor aparecerá en este blog en varias partes dada la extensión que guarda.

miércoles, 14 de abril de 2010

El “Maxi” Arellano apagó al TSM

Santos y Monterrey dieron espectáculo. Darwin hizo el suyo aparte. El empate a uno se quedó corto.

Sobre el minuto 85, Jesús Arellano hizo el gol que repartió puntos.

Torreón, Coah. 14 de abril. Era uno de eso partidos que no se podían perder y no se perdió pero tampoco se ganó. El Monterrey demostró por qué es serio aspirante a revalidar el título del pasado torneo. El Santos volvió a demostrar que en los juegos importantes le faltan dos tazas de carácter y una pizca de suerte. El partido fue de alternativas, la pandilla regia salió a ganar y los guerreros estaban de locales. Si bien el primer tiempo fue bueno, el segundo se llevó las palmas. Peralta se reencontró con el gol y el “Maxi” Arellano hizo un golazo de esos que a todos los porteros les sucede cuando mucho una vez en la vida, claro a menos de que se apelliden La Volpe o Sánchez.
Bastaron cinco minutos del complemento para que Darwin se metiera en la piel de Dos Caras, el enemigo de Batman que toma decisiones con base en una moneda con una cara limpia, para elegir las buenas acciones, y otra marcada, para decantarse por las villanías. Esta noche, todos su volados lo convirtieron en el villano. El colombiano sorprende con su capacidad para mandarla fuera o sacar tiros chorreados. Tuvo dos balones de frente al arco, en su primer intento la bola acaba rodando, como si fuera un dado, hacia las manos del portero; en el segundo, la agarró sabroso, tan sabroso que hicieron falta los porteros de la grada para detener el curso del balón. Ver los fallos de Darwin es un espectáculo aparte.
El Monterrey jugó como el mejor equipo del torneo y por varios minutos no se sabía cuál de los dos conjuntos salió de local. Como con ganas de pararle su carro, el Santos reviraba pero enfrente se encontraba un mediocampo ordenado y una defensa pertrechada. Los regios abrían el juego, mandaban constantes centros al área y Baloy se vio solvente como para pagar la deuda que tiene con el equipo.
Luego de los bloppers de Darwin, el “Cepillo” Peralta se recupero de su anemia goleadora. El balón corría en dirección al córner y le cayó a la zurda. Oribe, en lugar de arrinconarse como suelen hacer tantos jugadores, marcó el recorte y se quitó al primero, otro defensa le hizo la pared y lo dejó pasar. Con el balón a modo y la pierna cargada, Oribe la puso raso a la derecha de Jonathan Orozco y alzó los brazos como diciendo “claro que las puedo”.
Vucetich, el técnico regio, fue a por todas para recuperar el resultado. Arellano y de Nigris saltaron al campo. Al 58 la Pandilla demostró que Oswaldo todavía tiene reflejos, y lo hizo con remate de Carreño que Sánchez sacó de un manotazo. Al córner siguiente el balón se paseo a un metro de la línea de gol, dos regios la encontraron, pero se escalonaron lo suficiente para estorbarse y malograr la chance.
Animado con su anotación Oribe se sintió tijera y se puso a recortar y recortar hasta que cualquier solución, pase o disparo, resultaba imposible. El equipo rayado mantuvo su postura de pegar y pegar como los boxeadores diestros en minar la resistencia del rival. Fue un periodo de tenso reposo en el partido. El visitante lanzaba sus embates, y sus jugadores se pusieron a hilvanar jugadas como si fueran virtuosos de la estrategia, pero la contundencia no estaba sobre el campo.
Romano preocupado porque el escenario de defender ante un equipo con alternativas, equilibrio y pocos errores, no es el más conveniente para el cuadro guerrero, todo dientes adelante y cola amistosa atrás, recurrió a la fácil, sacó a Darwin “Dos Caras” y metió al “Kanu” Santiago. El ataque lo resintió, la defensa se vio aliviada, pero, el golpeteo del rival preparaba lo previsible, tanto que llegó de un modo sorprendente.
Corría el minuto 86 cuando Oswaldo se quedó mudo y un balón que podía haber llegado fácilmente a sus manos fue despejado de cabeza por Lacerda. La de gajos salió bombeadita hacia los linderos del área, justo hacia la paciencia de un Jesús Arellano, que de seguro vio muchas veces el gol de Maxi Rodriguez para eliminar a México en los cuartos de final de Alemania 2006, sólo le faltó pararla con el pecho. El veterano jugador la empalmó de derecha y apagó todo el jolgorio del TSM con ese disparo que pegó en el palo derecho de Oswaldo antes de regalarse a las redes y decretar el empate a un gol.
El Santos sigue estancado en su camino a la liguilla, la mejor noticia de esta jornada para los laguneros es que sus dos rivales directos (Cruz Azul y Pumas) tampoco ganaron. El Monterrey dejó sobre el césped del TSM uno de esos recuerdos que ojalá tuvieran la firma de Ludueña, Vuoso, alguien de casa al menos.

lunes, 12 de abril de 2010

¿Por qué escribo?

Mesa Redonda
"¿Por qué escribo? Cuatro escritores laguneros cuentan su niñez"
15 de abril. 20:00 horas
Taller de gráfica El Chanate: Av. Matamoros # 525 Ote.
Entrada libre


Este es un fragmento del texto que preparé para el próximo miércoles.

Lectura y locura

El espíritu es un globo terráqueo; la superficie de sus regiones habitables, lista para el arado, brilla de un modo uniforme; tiene montañas significando las alturas que podemos alcanzar, y sus nubes son una invitación permanente a convertirnos en pájaros. Las noches del espíritu nos muestran el espectáculo de una bóveda infinita, el universo creado más allá de su propia conciencia. Las horas de luz representan la acción, el trabajo aplicado, la tarea primigenia de conocer y conceptualizar lo que nos rodea.
Una franja del espíritu pertenece a la memoria, el rompecabezas de los fantasmas personales, campo de tumbas abiertas donde yace la descomposición de los días, restos palpables, polvo enamorado. Otra extensión de tierra constituye el feudo de la razón. Sus provincias principales son la deducción, la inducción, la inferencia, procesos cognitivos que sustituyen a los juegos de la infancia. Memoria y razón, superficies limitadas, puertos seguros rodeados de vastos océanos cuya insondable profundidad nos asusta a tal grado que preferimos construir barcazas para flotar por encima de su nivel, antes que zambullirnos en sus aguas. Del mismo modo, sabemos que el espíritu tiene un centro, pero no somos capaces de afrontar el trabajo, digno de las hazañas impuestas por Euristeo a Heracles, de asomarnos a ese corazón que, como el nuestro, debe sufrir y gozar, y cuyas palpitaciones más fuertes engendran terremotos, tsunamis, y demás fenómenos impredecibles...

(El texto completo, el próximo jueves a partir de las 20 horas)

domingo, 4 de abril de 2010

Lenta brisa de acero

 
Pues otra foto del poniente de Torreón, esta vez con el logo de la Union Pacific, mítica compañia promotora de westerns.
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jueves, 18 de marzo de 2010

Las fórmulas de siempre

“Es el amor, tendré que ocultarme o que huir”, así comienza El amenazado, poema escrito por Jorge Luis Borges, un autor indescifrable para muchos que de pronto se torna transparente al decir “la hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única”. Borges se quedo ciego un día, y no obstante, era capaz de percibir, bajo el mudable disfraz del rostro, la sustancia que llena el corazón con fuego y agua, infierno y paraíso.
Leer nunca es un desperdicio de tiempo, menos cuando el lector da de frente con palabras, es decir emociones y circunstancias, conocidas. Mire usted a Amado Nervo. En Pasó con su madre el nayarita jalisciense nos dice algo que a mí me ha sucedido un par de veces: “Síguela, gritaron cuerpo y alma al par / pero tuve miedo de amar con locura / de abrir mis heridas que suelen sangrar / y no obstante toda mi sed de ternura / cerrando los ojos la dejé pasar”.
La historia de la literatura está llena de ese recurso renovable, ese limpio calor. Con nuestras historias pasa lo mismo. “El poema de amor es el poema, de cada día” dice Efraín Huerta como quien da la receta para preparar una existencia si no feliz al menos ocupada. Porque “los amorosos callan” según Jaime Sabines y yo comparto, con reservas, su opinión. No concibo nada más complicado que guardar silencio cuando lo único necesario en esta vida es confesar a la manera de Salvador Novo que “amar es percibir, cuando te ausentas / tu perfume en el aire que respiro”. Ramón López Velarde también tiene razón al lamentarse profundamente por los caprichos del destino: “Hoy, como nunca, me enamoras y me entristeces”.
Para dar un salto de la melancolía al frenesí, de la alegría al dolor, de la muerte a la esperanza, basta con mirarnos en los ojos de otra persona y descubrir si nuestro corazón puede latir al ritmo de esa vida, que es la nuestra, aunque no lo sea porque está fuera de nosotros, bueno, si no entendió, es normal, yo tampoco entiendo bien ese sentimiento. Pablo Neruda explica mejor lo que quiero decir en su poema Si tú me olvidas: “Ay, amor mío, ay mía, en mí todo ese fuego se repite”, la llama arde por igual en los dos recipientes, ilumina como presencia divina o quema como fuerza destructora.
Pocas cosas me han conmovido tanto como unos versos de Issac Felipe Azofeifa, autor que, si se busca, se encuentra en internet. Una cita que no se concreta, el amante muere en desconcierto porque la persona amada lo dejó plantado. ¿Qué se puede hacer o decir en esos casos? “Para qué voy a hablar si no está tu silencio / para qué he de mirar sin tu mirada / y el reloj del corazón /sigue marcando y doliendo”, así resuelve Azofeifa esa cuestión.
Si usted anda en plan conquistador, vaya bien preparado, ármese de valor y utilice la Táctica y estrategia de Mario Benedetti. Memorice el manual completo de: “Mi táctica es mirarte, aprender como sos, quererte como sos”. Nunca está de más cargar un tanque de oxigeno, auxilio indispensable sobre todo en condiciones como las enunciadas por Julio Cortázar en el capítulo 7 de Rayuela: “y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultaneo del aliento esa instantánea muerte es bella”. No sé usted, pero yo, al escuchar el llamado querido de mi musa, despierto al momento y con la voz de Roque Daltón me rindo ante “Tu voz que es la campana de los cinco sentidos”.
Estos son algunos de los poemas que llevo conmigo a todas partes, versos ligados a muchos capítulos, buenos y malos, de mi vida. Por eso le doy éste consejo: Regálese un bonito verso de cuando en cuando. Es importante ahora que en lugar de expandir nuestras buenas emociones tratamos de reducirlas. La poquedad escribe “TKM” en vez de “Te quiero mucho”, chale. Como diría la juventud de ahora, “¿eso qué?” Prefiero mil veces jalar aire y recitar como Carlos Pellicer, en perfecto amor, con mi imperfecta voz, “Tú eres más que mis ojos porque ves / lo que en mis ojos llevo de tu vida”, eso demuestra que los amorosos también saben hablar aunque no se les entienda.

Nota: Éste es otro texto que estuve trabajando con motivo del 14 de febrero pasado. Lo hice para una revista que ignoro si habrá salido, jeje.

sábado, 13 de marzo de 2010

La pegada es todo

La pegada fue la diferencia sobre el césped del estadio Hidalgo. Los dos equipos tuvieron opciones, los goles cayeron de un solo lado.

Los guerreros fueron a Pachuca a confirmar que andar de gira les sienta bien. Lorito Jiménez hizo los dos primeros goles pero los anotaron Quintero y Rodriguez. Ludueña remató a un Pachuca que pese a fabricar varias opciones no tuvo contundencia.

Un Lorito Jiménez inspirado dio los tres puntos al Santos. Dos acciones, un pase filtrado y una incursión al área, del argentino valieron dos goles en los primeros quince minutos del segundo tiempo. Romano ha encontrado la fórmula para obtener resultados importantes fuera del TSM y se confirmó que andar de gira le sienta bien al conjunto verdiblanco.
Tuvieron que pasar 45 minutos de somnífero espectáculo antes de que las emociones pasaran lista de presentes en la cancha del estadio Hidalgo. No parecía posible, cómo creerlo si la segunda parte comenzó con la salida de Vuoso y el ingreso de Olvera. Así de incomprensible es el fútbol. Con “el Toro” en la banca y un defensa más en el campo, llegaron las dianas guerreras. Antes hubo que pasar por el tradicional par de sustos: remate de Mendivil que atajó Oswaldo y despejó Lacerda y la estirada del Gringo Torres que no alcanzó el centro del “Pájaro” Benítez.
Una jugada atrabancada donde Uriel Álvarez y “el Guti” Estrada recuperaron el balón a un costado del área santista terminó como plano de arquitecto con Olvera, en posición de extremo izquierdo, enviando un centro al Lorito Jiménez. El argentino tenía para mandar un disparo de esos que sólo entran cuando el equipo de enfrente es el San Luis. En lugar de soltar metralla el Lorito desarmó la derecha, vio detrás del defensa a la sombra que es Darwin Quintero entrando al espacio y mandó un balón envuelto en celofán, con etiqueta de felicitación y hasta moñito rojo. El colombiano le ganó a su compatriota Calero, que ya no está para esos lances, y el festejo albiverde disipó los vientos de júbilo en el Huracán.
Dos caras de un mismo Loro se observaron en este partido. En el primer tiempo, situado a la izquierda del campo, Jiménez demostró que cuando se trata de pasar desapercibido puede hacerlo como el mejor. En el complemento, no conforme con servirle un regalo a Darwin, al 59 se sintió Messi, recibió el balón y repartió amagues a diestra y siniestra dentro del área del Pachuca. Siempre es preferible recibir un simple tanto de penal que tragarse el gol de la semana, así lo entendió “el Goyo” Torres cuando derribó al argentino y se ganó la segunda amarilla. Juan Pablo Rodríguez, le pegó con rencor, las redes lo resintieron y Calero, vencido a su derecha, puso cara de “qué se le va a hacer”.
A partir del segundo tanto guerrero, el Pachuca se debatió entre el nocaut y la autodestrucción con ligeros estertores de esperanza. El Santos se dedicó a administrar la ventaja y lo hizo mal. Oswaldo hizo diferencia al atajar los remates de Mendivil, Cvitanich, Benítez y Lacerda que también se sumó al ataque contra su portería.
Al 71, “el Hachita” Ludueña, que entró de cambio por Quintero, le puso un imán de postes al balón. Lanzó un tiro directo que superó fácilmente a Calero y la de gajos, coquetona como ninguna, caramboleo en los dos palos verticales de la portería y se despejó sola. El equipo hidalguense seguía con vida, artificial pero vida al fin.
Al 87 el Santos perdonó otro gol, esta vez en la figura del Lorito que no pudo redondear su actuación, el cansancio del partido ahogó el motor del argentino cuando ya se había quitado a Calero. Casi de inmediato, Ludueña sacó renta del desorden defensivo local. Sentenció con uno de esos goles que se ven en la práctica. El “Hachita” recibió de Oribe un pase machucado entre la pantalla del Lorito y la barrida de Leobardo López. Con tranquilidad Daniel amagó a Miguel, y lo demás fue coser y marcar.
La pegada fue la diferencia, de peso completo la lagunera, de peso ligero, la hidalguense. De nueva cuenta, los cambios le dieron resultado a Romano. Todo indica que el técnico le ha encontrado la cuadratura al santo y su premio inmediato es el tercer lugar de la competencia.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Extinción en cadena

Distraído en la pena de enterrar a su hermoso perro labrador inerte, el amo piensa en lo profundo que es el abismo donde se dispone a arrojar los restos de su amigo. No es un pozo tan hondo como para llegar a China, sin embargo, cumple excepcionalmente su función de fosa, y será séptica cuando arroje sobre el cadáver un manto de cal. La vida, un fenómeno de la naturaleza contenido en la fórmula química del calzón, Chonsp. La base de todas sus variables es el polvo, polvo eres, y en olvido te convertirás. ¿Qué más hay? Un perro dejó de ladrar, y su amo dejó de llamarlo, algún gato dejará de huir, igual que un cartero dejará de asustarse al tocar en esa puerta, ¿quién sabe dónde terminará esa extinción en cadena de minucias? El amo se descubre terriblemente perturbado. No es para menos: La catástrofe se cierne sobre el mundo. Las cosas que se lleva a la tumba un simple perro.

martes, 2 de marzo de 2010

Lo que es no tener madre

Mazzinger Z y el perdedor irremediable que era el doctor Hell; el Gran Hutch y su esquiva peregrina madre; Thundar el Bárbaro y su sensacional mundo postapocalíptico; los Thundercats y Mumrra, la inmortal momia con baja autoestima; los Halcones Galácticos y el chichichi maestro; las cápsulas animadas de Cantinflas –inolvidable el ahhahhhhhahhhah que se escuchaba mientras el arquetipo del peladito se deslizaba por alguna construcción del tipo patrimonio de la humanidad—; el permanente conflicto, con hija de por medio, entre papá Mongo y Flash “Gandalla” Gordon. Esos son algunos títulos que recuerdo de mis infantiles años A. de C., antes de los Caballeros del Zodiaco. Otras series como Heidi, La Princesa de los Mil Años y Candy Candy, son desconocidas para mí por la sencilla razón de que sonaban a caricaturas para niñas.
Mi hermano es un nostálgico de cepa virulenta y de cuando en cuando me contagia con su afición a revivir los clásicos de nuestros primeros años frente al televisor. Por obra y gracia de las colecciones en DVD, ha llevado hasta la comodidad del hogar varias de las historias mencionadas, listas para ser reproducidas sin cortes comerciales.
La última de esas nostalgias revividas fue “El niño de nadie”, mejor conocida como “Remy”, un infante creado por la imaginación de Héctor Malot, escritor francés culpable de algunos de mis llantos más profundos. Y es que Remy es una historia no apta para personas con problemas de corazón de pollo. Desde los zapatos de piel madera hasta la punta del más largo de sus cabellos, ese niño era el sufrimiento encarnado. Luego de haber visto de nueva cuenta sus peripecias y duelos, a cual más devastador, me doy cuenta de que tenía bloqueados, genial mecanismo de defensa, muchos de los pasajes de esa “caricatura infantil”, fácilmente equiparable a un tsunami psicológico.
Sí, recordaba las cumbres de la pena sufrida por ese niño, pero los picos menos altos, permanecían ocultos bajo el velo del olvido herrumbrado. Un recuento sencillo de los primeros episodios bastará para ilustrar esa cordillera de dolor que atraviesa el “hijo de nadie”. Primero, Remy es un niño que vive con su madre en un pueblo rural, su única amiga es una vaca, y su padre trabaja en la ciudad. Reciben la noticia de que su padre se accidentó trabajando y comenzó un costoso proceso legal para obtener una indemnización, de manera que si antes les enviaba mensajes con dinero, ahora les escribe solicitudes de efectivo inaplazables. La madre de Remy vende la vaca a un tío que nada más llegando marca su látigo en el lomo vacuno, todo eso frente a los ojos del infante. Luego, el padre regresa derrotado, amargado, con humor de los mil diablos y sin decir agua va le suelta a Remy que él no es su hijo, que lo recogió en la calle y que lo enviará a un orfelinato, linda palabra, me gusta más que orfanato. El pobre niño, sacudido por tantos azotes verbales rompe en llanto. Afortunadamente, el padre adoptivo de Remy cambia de idea, y en lugar de ponerlo bajo la tutela del estado, se lo vende por 40 francos a un artista ambulante. Sin despedirse de su madre postiza, que para tal efecto había sido enviada a buscar moras a la aldea, Remy comienza un viaje en calidad de mozo de su nuevo amo, Vitalis, un anciano que regentea a tres perros y un mono amaestrados. Al lado de Vitalis, Remy descubrirá que en la vida, además de hambre, pobreza y dolor, también hay vejaciones, impiedad, injusticia, enfermedad, muerte, y más muerte, un cúmulo de sufrimientos en busca del título del peor de todos. Claro que tanta desventura tiene utilidad, o dígame si treinta minutos de entretenimiento lacrimógeno por episodio no se agradecen.
Le doy la razón a Enrique Serna cuando dice: las caricaturas me hacen llorar. Y es que ver Remy durante tres horas seguidas es una permanente invitación a terminar con todo de una buena vez, apretando el stop del reproductor y yendo al baño a desahogar sobre papel cantidades ingentes de moco y llanto. De aquella serie surgió, hace ya muchos ayeres, una especie de decálogo que se mantiene vigente. Lo odioso de ser Remy: 1.- Si alguien te ama, morirá. 2.- Si alguien te ama, y no muere, acabará en la ruina y/o en la cárcel. 3.- Si alguien te ama y no muere ni acaba en la ruina, es que no te ama de verdad pero sí acabará en la cárcel. 4.- Si aspiras a ganarte la vida de forma honrada, el mundo te empujará en el sentido opuesto. 5.- Si optas por ganarte la vida robando y engañando, el mundo te corregirá a punta de madrazos. 6.- Cuando una familia empieza una pésima racha, los animalitos son los primeros en irse, luego, los viejos. 7.- Si tu mejor amiga es una vaca, seguramente eres adoptado. 8.- Si conoces a una mujer rica y buena que te quiere como a un hijo, y no aceptas que te adopte, ya ni friegas. 9.- Además de la orfandad, lo malo de ser el hijo de nadie, es que, al menos en potencia, eres el hijo de todos. 10.- Si te sentiste identificado con al menos cuatro de los puntos anteriores, ¡en la madre!, eres Remy y seguramente tus otros recuerdos están bloqueados y esos medicamentos que tomas desde niño, y que ya olvidaste para qué son, ayudan a mantenerte más o menos cuerdo. Al final, Remy, tiene un final feliz, soso, ñoño, insípido, como este: FIN.

domingo, 21 de febrero de 2010

Con el enemigo en casa

Juan Pablo Santiago contagió a Lacerda y entre ambos consintieron cuando no fabricaron las opciones del visitante. Guerreros y Estudiantes repartieron puntos.

Ludueña, Rodríguez y Morales, anotaron por los Guerreros. Rangel, Cejas y Leaño hicieron los goles del conjunto zapopano.

Torreón

Hay cosas que se le indigestan al Santos, como la nula convocatoria de sus jugadores a la selección o el TSM que no se llena. Este domingo, el Tecos, ahora convertido en Estudiantes, fue parte de esa lista. Luego de la actitud perdonavidas de la directiva y su acuerdo con la televisora para abrir la señal al populacho lagunero lo menos que podían hacer los verdiblancos era ofrecer un buen partido, y si hay algo que permite el espectáculo es un equipo dirigido por el “Piojo” Herrera, técnico que podría afirmar de modo jactancioso “no gano pero como me divierto”.
Los ingredientes especiales fueron la primera visita del “Pony” Ruiz a la nueva casa de los guerreros y las tres victorias consecutivas del Santos. Desde el primer minuto los dos equipos dejaron claras sus intenciones, tiros de Sambueza, Darwin y Morales hacían soñar con goles en los primeros minutos y así fue. Al minuto 12, “Hachita” Ludueña filtró un balón para Quintero que arrancó bien y se quitó con una facilidad pasmosa al arquero Rodríguez, antes de mandarla guardar. El colombiano la hizo ver tan fácil que al asistente no le quedó más remedio que levantar su bandera y marcar fuera de juego.
En la reanudación, el visitante se equivocó en la salida y Quintero jugó fácil, se la dio a Ludueña. El “Hachita” se esmera en demostrar que ha vuelto, y que no ha vuelto sólo sino que trae consigo futbol y buenos goles. Recibió el balón y lo primero que hizo fue tratar al defensa Jiménez como cono de entrenamiento, luego, ante la salida de Mario Rodríguez cruzó a segundo poste y lo demás fue celebrar. Un minuto después Daniel no quiso anotar el segundo.
Al minuto 20 el exsantista Elgabry Rangel sopló y sopló hasta derribar las defensas de paja y madera de los santistas. En 20 segundos el estudiante con pasado verdiblanco reventó el balón en el travesaño, cazó un recentro del Pony –que Oswaldo rebotó como una pared—, y se tiró de media tijera para mover las redes. Santiago y Lacerda fueron meros espectadores, Ruiz y Rangel, los gigantes del área.
En el segundo gol de los Tecos, Juan Pablo Santiago arregló un centro de Rafael Medina que intentaba cruzar a lo ancho el área santista. Con su desvío el central guerrero dejó a Mauro Cejas de frente al arco. El delantero aprovechó el regalo y otra vez Oswaldo se lanzó con fines meramente fotográficos. Así se fueron al descanso, el visitante arriba y Romano listo a quemar los cartuchos disponibles en la banca. En la segunda parte saltaron al campo Vuoso y lo que queda de Fernando Arce, jugador que, de recuperar su nivel, sería un buen fichaje en cualesquier partido.
Los visitantes compitieron lealmente, nunca enseñaron más de lo que había: “el Pony” y otra vez “el Pony”. Al 53, Rodrigo Ruiz aprovechó que Lacerda y Santiago recorrieron cuanto pudieron para dejarlo sólo. Recibió la bola en la mayor de las soledades que permite el fútbol, la del goleador frente al marco rival, cuando el portero es mero referente a la hora de arrinconar la bola, o sacar la gambeta o fusilar las redes. Entonces, Rodrigo se ofuscó. El hombre que siempre tiene soluciones para compartir con los demás, se quedó vacío a la hora de definir por su cuenta. “Regalos no quiero” pareció decir la pequeña maquina generadora de campeones de goleo.
Para hacer más heroico el regreso, la zaga santista permitió el ya tradicional gol en tiro de esquina. Juan Carlos Leaño superó a Lacerda en el primer poste y picó el remate que puso a Oswaldo a buscar topos. El silencio se hizo en el TSM y áreas circunvecinas.
Como Lacerda y Santiago se habían robado el espectáculo hasta ese momento, Leaño , inconforme con su rol secundario de goleador, derribó al “Lorito” Jiménez a la altura del manchón penal, y a Juan Pablo Rodriguez no le quedo más remedio que reducir la desventaja en el tanteador.
Al 69, Peralta, Vuoso y Ludueña dieron una lección de cómo se toca de primera. La rápida triangulación terminó con una defensa foránea mal colocada, las marcas perdidas, los delanteros sueltos, el centro del “Hachita” cayendo en cámara lenta y un Carlos María Morales que dijo: “de aquí soy”. El refuerzo santista la agarró de aire con esa zurda que de cuando en cuando le da a Rubén Omar Romano fuertes razones para mantenerla dentro del once titular. El balón salió hacia la red izquierda de la meta. El arquero Rodríguez vio que era imposible y ni para la foto sacó la estirada.
Luego del empate, los guerreros tuvieron dos cabezazos, uno de Vuoso y otro de Peralta, que pegó en el travesaño, pero el marcador ya no se movió. Con el silbatazo final, varias dudas flotaban en el ambiente. Quizá el Santos rescató un punto, quizá dejó escapar dos, quizá los Estudiantes se van molestos con el empate luego de ir ganando por dos anotaciones, quizá se van contentos con haber sumado. La única certeza es la siguiente: Eres grande “Pony”.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Es el amor

Este miércoles se realizó en el Icocult Laguna una lectura de poesía y similares en la que participaron Daniel Maldonado, Enrique Sada, Paulo Gaytán y un servidor, todos convocados por la institución lagunera, por no decir gomezpalatina, que responde al nombre de Jaime Muñoz Vargas, juez y parte de los procesos individuales a los que fue sometido el vocablo del que Borges huía. El siguiente es el texto presentado por este bloguero de afición, amigo de las erratas.

“Es el amor, tendré que ocultarme o que huir”

Jorge Luis Borges

Si alguien me preguntará ¿quieres amar? le diría que no. Si solamente se tratara de revolcarse como animales en el cuadrilátero de las llaves y caricias, aplicando hurracarranas y mordidas a destajo, órales, va. Amar no me apetece.

Si alguien me preguntará ¿has amado alguna vez? respondería con cierto pesar que sí. No me gusta deshojar la margarita del ya no la quiero es cierto pero cuanto la quise. El conjuro de la evocación revive a los muertos, llámense sentimientos, pasiones, fórmulas indescifrables del corazón.

¿Cómo sabes qué amas a una persona? Esa pregunta tiene varias aristas, y cada punta ofrece una respuesta distinta. Hay que explorar un poco en el por qué. Si hablamos de mi madre, cualquier artificio resulta insuficiente para dar una idea de la belleza de ese amor. Las palabras palidecen como piedras celestes que solamente reflejan la luz de un astro más alto y luminoso. Quizá sirva de algo la siguiente confesión: Escribir me convierte en un torpe egoísta, malhumorado eterno, y mala persona en lo general. El trance de la escritura llega a ser tan profundo que la mínima distracción me pone en un estado demencial cercano a la tentativa de homicidio. Sin embargo, cuando mi madre interrumpe el curso de las letras sobre la hoja, mi sed de venganza se transfigura en paciencia infinita, en tolerancia pura, y hasta sonrío ante sus dichos en apariencia intrascendentes como “ya está la comida”, “fíjate que me contaron”, o “búscate un trabajo”.

Los hermanos son otra debilidad y fortaleza de mi ánimo, pocas cosas me duelen como sus malestares y fracasos, pocas cosas me alegran como su éxito y prosperidad. Tengo tantos recuerdos que agradecerles y tan poca memoria para conservarlos íntegros que su sola presencia infunde en mi espíritu bienestar y seguridad. Nos une, además de la raíz consanguínea, ese proyecto de presente a largo plazo que es el cuidado mutuo.

La amistad como una de las formas del amor merece comentarios relajados porque la mayoría de las veces está contaminada de interés. He prestado dinero y no me han pagado, me han prestado dinero y sigo fingiendo lagunas mentales. Con el deudor del primer caso, y con el acreedor del segundo, el trato no ha variado a lo largo de los años. La valiosa lección extraída de tales circunstancias es “no hay fijón”. La amistad se demuestra y para ello, nada mejor que responder el teléfono a las tres de la mañana, y salir de casa con el atuendo de las grandes ocasiones, chanclas, short y camisa interior, al auxilio del amigo varado en algún oscuro rincón del periférico en compañía de la condicionante femenina que solicita extrema discreción. El signo de amistad aumenta su valor si vamos al rescate con la esperanza de encontrar en el camino un par de cables para pasar corriente.

La sabiduría popular expone: “Nunca falta un roto para un descosido”. Aunque esa unión de tipos desperfectos hace referencia al hallazgo de la pareja compatible con las fobias y manías de cada quien, no deja de sorprenderme que un trozo de naturaleza, un simple árbol fascine a una inteligencia humana al grado de que está acceda a cuidarlo, hidratarlo y hasta sea capaz de encadenarse a él para evitar que los dientes acerados del progreso lo reduzcan a ínfimo aserrín. La misma postura de asombro se manifiesta en los casos de animales endémicos y objetos como libros, especies en peligro de extinción por causales como el abuso o el desuso.

El amor a la vida suena tan cursi que su sola mención parece odiosa, pero en estos días en que privarse o ser privados de la existencia es resultado de circunstancias triviales como cruzar la calle en ámbar o atravesarse en el camino de un disparo, considero importante apreciar en una dimensión superlativa la suerte de estar vivos. Con tremenda sinceridad Paul Bowles asegura en El cielo protector que “nada de lo que se dice de la muerte, se parece a la presencia de la muerte”. Una verdad igual de contundente se revela en el sentido opuesto: “Nada de lo que se dice de la vida, se parece a la presencia de la vida”.

Con respecto al amor de los enamorados ya se ha escrito muchísima literatura a lo largo de todas las épocas y afortunadamente las cavernas del corazón siguen produciendo suficiente mineral edulcorado, amargo, puro y tóxico para deleitar el paladar de nuestras almas. Si un día le perdemos el gusto a ese alimento, que la mortaja se apiade de nosotros.