domingo, 23 de mayo de 2010

Santos se inmola en la Bombonera

Durísimo golpe para los santistas, hicieron el partido redondo en el mejor momento, planteamiento perfecto, cambios acertados, dominio del balón, oportunidades de anotar, y aún así, se llevaron el palo y el Toluca ya tiene su décima estrella.

En 210 minutos no hubo quien rompiera la igualdad de la serie. Desde el manchón penal, los diablos fueron mejores, 4-3 el resultado de las tandas.


Torreón / 23 de mayo

Hay muchas maneras de perder y algunas de ellas son bastante duras, más que derrotas parecen losas de incalculable peso aplastando la frágil cabalidad del ser humano. Hoy, es difícil ser Romano y no volverse loco.
La historia, el aura de imbatibilidad del Toluca en su estadio, el resultado del juego de ida, todo pintaba en contra del equipo albiverde y sin embargo, este domingo Rubén paró sobre el campo a un cuadro con licencia para matar. Cada guerrero tenía la instrucción adecuada para concretar una misión suicida: matar al diablo en su propia casa y la fueron cumpliendo al pie de la letra. Rubén dirigía con maestría el discurso sobre el césped, más que un técnico de fútbol parecía un director de orquesta que se estremecía con cada nota alegre, llevando el desenfreno al grito en cada caída dramática que le iba presentando la partitura. Con esa pasión contagiaba a sus músicos y mantenía expectante al auditorio.
Y sí, la orquesta santista hizo la ejecución perfecta del plan de juego, y digo perfecta porque en el cerebro de Rubén el diagrama para encarar el juego seguro que tenía elementos bien definidos: no encajar gol en los primeros minutos; contener a Zinha y por extensión a Mancilla; anular a Calderón y a Esquivel para que no llegara el desconcierto por las bandas; controlar el balón en medio campo y darle circulación hacia los costados; generar opciones de anotar con base en la habilidad de los santos demonios Peralta y Quintero.
Y sí, Rubén le ganó la partida al Chepo de la Torre, frente al diseño medroso del técnico choricero, con la vía del contragolpe como única salida, Romano exhibió un compendio de recursos para taladrar la coraza escarlata.
Oswaldo, en buena tarde, sacó todo lo que rebasó al aparato defensivo que fue poco e inocuo, pero el portero diablo, Talavera, como ya lo había hecho el jueves pasado en el TSM, salió otra vez con el ángel en el hombro diciéndole hacia dónde dirigir las manos para atajar los venenos disparados por Peralta.
En el segundo tiempo comenzó a gestarse una tragedia que bien podría figurar en el repertorio de Sófocles. Electra, Antígona, Edipo Rey, Romano, títulos que narran las desventuras de aquellos que retan al destino y terminan aplastados por atreverse a contrariar la voluntad de los dioses.
Rubén fue crucificado y el número tres, de los trágicos clavos se repitió hasta la saciedad para dejar en claro que el hado es invencible. Tres fueron los clavos que llegaron de los botines de Vuoso, el primero un mano a mano frente a Talavera; el segundo, un despiste del pampero que, sólo dentro del área y de frente a la gloria, tuvo miedo de contrariar al Olimpo y remató hacia su espalda; el tercero llegó desde el manchón penal, donde, en la instancia definitiva, tres fueron las veces que sus apóstoles (Vuoso, Morales y Arce en ese orden) negaron a Romano la opción de coronarse. Desde los once pasos, también fueron tres los aciertos (Juan Pablo, Ludueña y Lacerda) que dejaron a Rubén acariciar por algunos segundos los favores de Niké más cuando Mancilla y Zinha ya habían hecho lo mejor para la causa guerrera: fallar. Lo demás fueron cuatro ejecuciones perfectas de los rojos y las ya comentadas horripilantes fallas albiverdes.
Durante 210 minutos, el Santos fue mejor que su rival, hizo un partido perfecto como visitante y sin embargo, a la hora buena decidió inmolarse, ceder ante la historia, ante la imbatibilidad como local del diablo, ante la mala suerte de Romano que hizo todo lo que estaba en sus manos, al punto de que otra vez terminó el partido con Peralta, Quintero, Vuoso y Ludueña sobre el césped. Pero el campeón es otro, un Toluca cuyos mejores argumentos, Dueñez y Talavera, defensa central y portero, le bastaron para aguantar un resultado durante el tiempo regular y la prórroga. Los dos no se conformaron con ser los mejores elementos de los diablos, no, llegaron al extremo de anotar y tapar de forma respectiva los penales que le han dado al conjunto choricero su décima estrella.
Si no lo hubiera visto no lo hubiera creído, los fallos de Vuoso y de Morales fueron tan trágicos que movían a risa (hay quien afirma que le apuntaron a los recogebalones) y lo de Arce fue nada más la confirmación de que la simple voluntad por muy fuerte que sea, no basta para oponerse a los designios del hado. Este día de veras que es difícil ser Rubén y no volverse loco, loco porque está en la cima, pero esa cima es la del monte Calvario.

domingo, 9 de mayo de 2010

Consuelo eterno

En el calendario de recetas, chistes y anécdotas, no aparece la historia del pobre que jugó cartas con el diablo. En la última mano, la definitiva, el desposeído, seguro de sus incontestables cinco cartas, puso el resto de su alma sobre la mesa. Mefistófeles respondió con un pequeño botín de oro, en extremo valioso. Los dedos humanos destaparon tres reyes y un par de nueves. El maligno, con desgano, volteo un par de ases y otro par de ases: enfermedad, miedo, hambre y dolor. Era un mazo de cartas especial sin duda alguna. Al verse envuelto en llamas de perpetua altivez, purgando eternamente su deuda de juego, aquél miserable mala suerte recordó que antes de aceptar la oferta del jefe de tantas potencias coronadas había temido morir de hipotermia en el camastro improvisado bajo inhóspito puente. Al amparo de aquella memoria helada su conformidad con el resultado fue en aumento: Aquí no hace frío, no es Cancún pero al menos, no hace frío.