jueves, 9 de julio de 2009

Imagenes funestas


El tren aúlla a lo lejos,

con sus cargas oscuras,

con su paso inclemente.

La noche en la ventana,

un árbol la sostiene,

sus hojas se estremecen,

el viento frío las daña.

A la izquierda, debajo

de la noche y del árbol,

la luz de un arbotante

desgarra un par de sombras.

Los segundos no existen,

todos ellos han muerto

y con ellos se fueron

los minutos, las horas,

la esperanza del alba.

No hay cielo azul.

La risa de la nube se ha esfumado.

¿Quién puede, si no hay luna

señalar con un dedo

la tumba rocosa que ahora ocupa

el cielo protector?

Hay dos ruidos siniestros

en la habitación llana:

uno entra de la calle,

otro sale del pecho.

El primero se mueve

como animal herido,

el segundo se muere

de la forma en que el eco

se funde con la nada.

La noche es absoluta,

la luna no aparece

y el alma, siempre el alma

es la parte del cuerpo

que no sana y más duele.

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