miércoles, 23 de diciembre de 2009

Vénguenos tu reino

En estos días clamorosos, bulliciosos, con la gente aglutinándose en la avenida Hidalgo como si tiendas y puestos regalaran sus mercancías, mi espíritu navideño se ha visto opacado por cautas reflexiones sobre uno de mis temas cinematográficos favoritos: la venganza. Por sí sola esta palabra debería constituir un género, sin importar que la película en cuestión utilice el tinte neblinoso del suspenso, o retrate piruetas de acción desenfrenada, o proponga elementos sobrenaturales o cómicos.
Apenas a principios de semana, tuve ante mis ojos un filme de acción oriental de este año, dirigido por Johnnie To, protagonizado por Johnny Hallyday, un actor cantante francés, titulado simplemente Venganza. No hay más que agregar. Si usted, se encuentra esta película, haga de cuenta que leerá un libro como El mayordomo asesino.
Algunas obras me han dejado profundamente marcado. La trilogía de Chan-Wook Park comienza con la cinta Simpatía por Señor Venganza, en ella, el ojo por ojo se repite una y otra vez, formando una rima visual, y así verso a verso, crimen a crimen, se forja un poema de sangre donde el que a hierro mata, acaba asfixiado, electrocutado, bateado, navajeado y demás. La segunda parte se llama Oldboy y es una cumbre eléctrica y poderosa. En español la bautizaron como Cinco días para vengarse y es la odisea moderna de un hombre normal convertido en un violento Ulises, capaz de reventar el cráneo de sus enemigos a golpe de martillo. La tercera parte, Simpatía por Señora Venganza, es la única que he podido ver en una sala cinematográfica. Hace tres o cuatro años la exhibieron como parte de la Muestra Internacional de Cine. Recuerdo que en menos de 20 minutos la mitad del público abandonó la sala. Yo me quedé hasta que en los créditos finales salió la leyenda de “los personajes de esta historia son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia” y en verdad me dolió que se terminara.
Mi afición por el cine de venganza, se cimentó desde la tierna infancia, y esa filiación conserva los rasgos impasibles, el gesto imperturbable de Charles Bronson, el Vengador Anónimo que retacaba de plomo a pandilleros y ladronzuelos, la escoria de la sociedad que asesinó a su esposa y violó, y en la segunda parte mató, a su hija.
¿A qué viene este recuento de revanchas? Pues a que el ojo por ojo y vida por vida se ha vuelto parte del día a día en nuestro país. Lo que antes encontraba en las carteleras y los anaqueles de los videoclubs, ahora lo encuentro en las planas de los medios impresos. Seguramente ya se enteró de la triste fortuna de los familiares de Melquisedet Angulo Córdova, marino fallecido en el operativo que acabó con la muerte de Arturo Beltrán Leyva. Si no se ha enterado le diré que la madrugada de este martes, al sonoro rugir de cañones R15 y AK 47, un grupo de sicarios asesinó a la madre, una tía y dos hermanos del extinto Contra Maestre.
En los días que siguieron al operativo en el Altitude de Cuernavaca, Morelos, se difundieron las fotografías, cruentas y vergonzantes, adjetivo robado al Secretario de Gobernación, del cádaver de Arturo Beltrán Leyva, recostado en el suelo y cubierto de billetes ensangrentados. Todo mundo salió a decir, “yo te lo juro que yo no fui”. De cualquier modo, el mensaje fue enviado y la réplica no tardo en presentarse.
Antes, en mayo de este año, Edgar Millán, coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal llegó a su casa y ya lo estaban esperando. La noche cubrió sus ojos en venganza por los operativos contra el tráfico de drogas que él dirigía.
Cuando se trata de cine, la venganza es un motor inmejorable para llevar a buen término el proceso de catarsis. Cuando se trata del día a día, duele y mucho. Hay una película llamada Sospechosos Comunes, con Kevin Spacey. La trama visible es el reclutamiento de un grupo de maleantes para llevar a cabo un golpe riesgoso aunque multimillonario; la trama encubierta, el verdadero hilo argumental de la cinta que se va revelando de a poco, teje una telaraña inestimable sobre la identidad de un demonio mítico, llamado Kayser Soze, un ser humano enloquecido por la muerte de su familia, que no conforme con asesinar a los homicidas, le sigue con los familiares, amigos, conocidos y toda la gente que guarda relación con los victimarios de su cordura.
Cuando leo las noticias, me demuestro una y otra vez que la ficción es apenas un apéndice, un conjunto de anécdotas triviales que palidece cuando se compara con el molde original, la realidad y su cara de holocausto caníbal.

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