domingo, 31 de enero de 2010

El Santos en la Dimensión Desconocida

La de cosas que tiene el fútbol: Pacheco, la joya ofensiva del Atlas, acabó jugando de portero. Vuoso y Quintero desperdiciaron todo lo que les cayó de frente al arco. El resucitado Zepeda y un Botinelli que abusó de Arce, adelantaron al visitante. Peralta, el de los segundos tiempos, redujo distancias en la compensación.

Ludueña sigue perdido, igual que medio Santos. Los cuatro delanteros santistas más Lacerda en ataque no pudieron rescatar un partido en el que los rojinegros supieron pegar en los momentos adecuados.


Al minuto 83, el partido dejó en claro que se desarrollaba en otro sitio, en la Dimensión Desconocida, pero ni en ese extraño lugar donde ocurren las cosas más extraordinarias, como la de un delantero jugando de portero, el Santos pudo rescatar el resultado. Un par de aciertos del visitante en la primera parte fueron suficientes para darle rumbo a un juego que se antojaba ideal para que los guerreros conservaran la condición de invictos. Y es que siempre que el Atlas llegaba al Corona, era un día de campo sobre el césped, y de fiesta para los aficionados, no la pesadilla de un Zepeda resucitado, al que una voz extra terrena le ordenó: “levántate y anota”. Y eso hizo el exsantista cuya única acción celebre enfundado en los colores verdiblancos fue agredir a un comentarista y así le dejamos. Al minuto nueve, una réplica del gol de Luis Gabriel Rey, en la jornada inaugural frente a Monarcas: tiro de esquina, balón a primer poste y haciendo recorrido de portero, Zepeda se descubrió sólo en el área chica, entre Vuoso, que no saltó para no hacer un esfuerzo inútil, y Uriel Álvarez, tan lejos del ofensor como de la seguridad que llegó a darle Rafa Figueroa a la zaga santista. Miguel Zepeda remató girando el cuello lo suficiente para vencer a Oswaldo. De esa manera, el compromiso se ponía cuesta arriba. Pero a nadie le apuraba la desventaja, después de todo, el equipo que estaba enfrente era el Atlas.
Ludueña, perdido en el frente de ataque, defiende caminando y ataca en neutral. Por el centro, por las bandas, es lo mismo, Daniel sigue en busca del autoconocimiento que le permita recuperar aquel toque de Midas que todo lo convertía en gol o en pase a gol. Cuando el “Hachita” no carbura, la maquinaria santista no camina hacia adelante y eso permite que se exhiban las carencias al moverse en reversa. Si a eso le agregamos que este domingo la locura se apoderó de los Guerreros en la forma de un Lorito desaparecido en medio campo, desconocido al ataque, reconocible únicamente por su aversión a meter la pierna; un Arce confundido, cuestionándose su lugar en el mundo, su propósito en esta vida, su función en el parado del equipo. Fernando y sus dudas, ¿quién soy?, ¿qué hago aquí?, demencia temporal que encontró su manifestación más perversa en un penal irrefutable sobre Botinelli que se cansó de driblar rivales y al intentar la pared abusó del desconcierto del “Pipa” Arce, le ganó la posición y lo obligó a cometerle un penal del tamaño del TSM con todo y vías de acceso. Botinelli lo fabricó y también lo cobró, con un disparo al centro que Oswaldo ocupado en lanzarse a su izquierda, no pudo detener.
Pero si de locos se trata, nadie como Vuoso, que sigue luchando en plan kamikaze, arrojándose sobre los defensas en busca del balón. Tristemente ninguna de sus intentonas tuvo final feliz. Una pincelada de Ludueña, la única del partido, dejó al “Toro” de frente al arco y el pampero naturalizado, en lugar de fusilar a Barbosa se entregó a la meditación y el sosiego, dando opción a la defensa de barrerse y despejar el balón.
Con el “Toro” afligido, comenzó el espectáculo de Quintero, otro loco genial. El colombiano, que saltó de titular, hizo una excelsa demostración de que la falta de cabello es bastante molesta cuando uno quiere arrancarse puños de pelo. Al 37, Mares se cansó de representar ese papel de lateral sin mayor peso en el juego para recentrar un balón que dejó a Darwin cara a cara con el gol. Bastaba con meter la frente para subir el empate al marcador, pero el ¿remate?, se orilló a la orilla.
Al comienzo del segundo tiempo, el “Pipa” demostró que aún las mentes más confundidas muestran signos de recuperación, disparó desde fuera del área, hiriendo al defensa que salió al paso. Lamentablemente, el rebote le cayó a Darwin, que no traía ganas de ser héroe. Con el portero vencido, el marco abierto y el balón botando, el colombiano sacó de la chistera un disparo digno de platicar con el terapeuta. Al 65, el Atlas pudo sentenciar el partido, pero Gonzalo Vargas, sólo frente a Sánchez, hizo de Quintero y mandó su remate fuera del campo.
Al 83 sucedió otro de esos impensables que sólo puede concebir una mente maestra del suspenso. Con el partido resuelto y el tiempo en su recta final, Barbosa se hizo expulsar por hacerle al loco en un despeje. El Atlas ya había agotado sus tres cambios y la joya de la cantera visitante, el joven Pacheco, se puso los guantes y ocupó el lugar vacante bajo los tres palos. Al minuto 44 se reanudó el encuentro y Germán Arredondo anunció ocho minutos de compensación. Así comenzó un minipartido de los guerreros contra nueve atlistas y un arquero improvisado. Dos minutos después, en pelota parada llegó la primera ocasión de gol y Oribe, el de los segundos tiempos, dio aliento al local, rematando frente a Pacheco un balón cubierto de mantequilla. La reacción no alcanzó, los cuatro delanteros más Lacerda no pudieron crear otra opción de gol y Arredondo sentenció el final de juego, que no de la pesadilla de unos jugadores y su técnico Romano atrapados en la Dimensión Desconocida, una especie de infierno donde todo es posible, incluso que el Atlas le gane al Santos.

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